Buenas gentusilla. Bueno, como ya sabréis ayer no pude
publicar entrada porque tuve mi graduación y estuve bastante liada. Así que voy
a dedicar la entrada de hoy a hablar de ello.
Nunca me habría imaginado lo que iba a sentir estando
sentada en un teatro esperando a que digan mi nombre para salir y darme mi diploma
de finalización del bachiller. Los nervios me comían, me temblaban las piernas,
me sudaba hasta el ombligo. De verdad que es una sensación indescriptible. Las
ganas de llorar, de reír, me invadía la felicidad.
Lo más bonito sin duda fue que estuviese allí mi familia
apoyándome que son en realidad los que me han hecho más fuerte, los que me han
animado si yo ya no podía más, los que sé que van a estar siempre. No todo el
mundo tiene la suerte de tener una familia como la que tengo yo, y es de las
cosas que más agradecida voy a estar toda mi vida. Las lágrimas de mi abuela
dándome un abrazo, el “me siento orgullosa de ti” de mi madre, en sí, la
presencia de aquellos que son esenciales en mi vida fue lo mejor de la noche.
Cuando tu vida va bien, quizás no sabes apreciar en realidad
todo lo que tienes, pero cuando te has caído tan profundo que ni tú misma
sabías quien eras, que te daba igual todo, que no tenías ilusión ni ganas por
nada, y poco a poco vuelves a empezar a escalar hacia arriba, es cuando
aprendes a valorarlo todo, a valorar la vida en general, a valorar a aquellos
que están y que sabes que van a estar.
Estos años de bachillerato han sido como la crisis de mi
vida, ya no en sí por el instituto ni nada parecido, sino personalmente. Eso
sí, he aprendido millones de cosas, y con eso me voy a quedar. Ahora sé lo que
quiero en mi vida, por lo que quiero luchar y los errores que no tengo que
volver a cometer.
Las caídas en la vida están por algo, una caída en vano no
es una caída, hay que saber aprender de ellas. Cuando te vaya mal párate a
pensar, piensa qué te está intentando enseñar la vida con eso. Creedme, de
todas las situaciones se aprende algo.
El día de ayer, de mi graduación, fue la despedida al
instituto, pero fue una despedida más allá de eso. Fue una despedida a la
Paloma que cayó, que no sabía levantarse. Fue una despedida a mi yo insegura, a
esa chica que no tenía ilusión por nada. Pero sin duda ha sido el comienzo de
una nueva etapa. Ahora tengo ganas de luchar, de construir mi propio camino, de
sentirme orgullosa de mí.
Escribir esto sin llorar se me ha hecho tarea imposible. Es
tan bonito lo que siento ahora mismo... Nunca os rindáis, parece una tontería
que os dice mucha gente, pero hacedme caso, no lo hagáis. Marcaos metas, tened
ilusiones y nunca las abandonéis. Todo lo que queráis conseguir, podréis
conseguirlo.
¡Besos de pato!
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